19 de fevereiro de 2008

Vida e destino.


La mayoría de los hombres que viven en la Tierra no se proponen como objetivo definir el “bien”. ¿En qué consiste el bien? ¿Bien para quién? ¿De quién? ¿Existe un bien común, aplicable a todos los seres, a todas las tribus, a todas las circunstancias? ¿O tal ves mi bien es el mal para ti y el bien de mi pueblo, el mal para el tuyo? ¿Es eterno e inmutable el bien, o quizás el bien de ayer es el vicio de hoy, y el mal de ayer se ha transformado en el bien de hoy?


Cuando se aproxima el momento del Juicio Final, no sólo los filósofos y los predicadores, también los hombres de toda condición, cultivados y analfabetos, se planean el problema del bien y el mal.


¿Han asistido los hombres durante miles de años a una evolución del concepto del bien? ¿Es un concepto común a todos los pueblos, a griegos y judíos, como decía el apóstol? ¿No deberíamos tener en cuenta las clases, naciones, Estados? ¿O acaso se trata de un concepto más amplio que engloba también a los animales, a los árboles, a los líquenes, como Buda y sus discípulos aseveraron? El mismo Buda tuvo que negar el bien y el amor de la vida antes de abrazarlos.

He constatado que los diferentes sistemas morales y filosóficos de los guías de la humanidad que se han ido sucediendo en el transcurso de los milenios jan limitado el concepto de bien.

La doctrina cristiana, cinco siglos después del budismo, restringió el mundo viviente al cual es aplicable la noción del bien: no contenía todos los seres vivos, sino sólo a los hombres.



El bien de los primeros cristianos, que abrazaba a toda la humanidad, dio paso al bien exclusivo de los cristianos, mientras que junto a él coexistía el bien de los musulmanes, el bien de los judíos.

Con el transcurso de los siglos, el bien de los cristianos se escindió y surgió el bien de los católicos, el de los protestantes y de los ortodoxos. Luego, del bien de los ortodoxos nació el bien de los nuevos y viejos creyentes.

Y existían también el bien de los ricos y el bien de los pobres. Y el bien de los amarillos, los negros, los blancos.

Y esa fragmentación continua dio lugar al bien circunscrito a una secta, una raza, una clase; todos los que se encontraban más allá de tan estrecho círculo quedaban excluidos.

Y los hombres tomaron conciencia de que se había vertido mucha sangre a causa de ese bien pequeño, malo, en nombre de la lucha que ese bien libraba contra todo lo que consideraba como mal.

Y as veces el concepto mismo de ese bien se convertía en un látigo, en un mal más grande que el proprio mal.

Un bien así no es más que una cáscara vacía de la que ha caído y se ha perdido la semilla sagrada. ¿Quién restituirá a los hombres la semilla perdida?


¿Qué es el bien? A menudo se dice que es un pensamiento y, ligado a este pensamiento, una acción que conduce al triunfo de la humanidad, o de una familia, una nación, un Estado, una clase, una fe.

Aquellos que luchan por su propio bien tratan de presentarlo como el bien general. Por eso proclaman: mi bien coincide con el bien general, mi bien no es sólo imprescindible para mí, es imprescindible para todos. Realizando mi propio bien persigo también el bien general.

Así, tras haber perdido el bien su universalidad, el bien de una secta, de una clase, de una nación, de un Estado asume una universalidad engañosa para justificar su lucha contra todo lo que él conceptúa como mal.

Ni siquiera Herodes derramó sangre en nombre del mal: la derramó en nombre de su propio bien. Una nueva fuerza había venido al mundo, una fuerza que amenazaba con destruirle a él y su familia, destrozar a sus amigos y favoritos, su reino, su ejército.


Pero no era el mal lo que había nacido, era el cristianismo. Nunca antes la humanidad había oído estas palabras: “No juzguéis, y no seréis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis seréis medidos... Amad a vuestros enemigos; bendecid a los que os maldicen, haced el bien a los que os aborrecen, y rogad por aquellos que os ultrajan y os persiguen... Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas”.

¿Qué aportó a los hombres esa doctrina de paz y amor?

La iconoclastia bizantina, las torturas de la Inquisición, la lucha contra las herejías en Francia, Italia, Flandres, Alemania, la lucha entre protestantismo y catolicismo, las intrigas de las órdenes monásticas, la lucha entre Nikón y Avvakum, el yugo aplastante al que fueron sometidas durante siglos la ciencia y la libertad, las persecuciones cristianas de la población pagana de Tasmania, los malhechores que incendiaron en África pueblos negros. Todo esto provocó sufrimientos mayores que los delitos de los bandidos y criminales que practicaban el mal por el mal...

Ése es el terrible destino, que hace arder el espíritu, de las más humanas de las doctrinas de la humanidad; ésta no ha escapado a la suerte común y también se ha descompuesto en una serie de moléculas de pequeños “bienes” particulares.



La crueldad de la vida engendra el bien en los grandes corazones, y éstos llevan ese bien a la vida, estimulados por el deseo de cambiar el mundo a imagen del bien que vive en ellos. Pero no son los círculos de la vida los que cambian a imagen y semejanza de la idea del bien, sino la idea del bien la que se hunde en el fango de la vida, se quiebra, pierde su universalidad, se pone al servicio de la cotidianidad y no esculpe la vida a su hermosa pero incorpórea imagen.

El flujo de la vida siempre es percibido en la conciencia del hombre como una lucha entre el bien y el mal, pero no es así. Los hombres que velan por el bien de la humanidad son impotentes para reducir el mal en la Tierra.

Las grandes ideas son necesarias para abrir nuevos cauces, retirar piedras, desplazar rocas, derribar acantilados, desbrozar bosques. Los sueños del bien universal son necesarios para que las grandes aguas corran impetuosas en un único torrente. Si el mar estuviera dotado de pensamiento, en cada tempestad la idea y el sueño de la felicidad nacerían en sus aguas, y cada ola, al romper contra las rocas, pensaría que perece por el bien de las aguas del mar, y no advertiría que es levantada por la fuerza del viento, del mismo modo que levantó a miles antes que ella y que levantará a miles después.

Muchos livros se han escrito sobre como combatir el mal, sobre la naturaleza del bien y del mal.

Pero lo más triste de todo esto es lo siguiente, y es un hecho indiscutible: cada vez que asistimos al amanecer un bien eterno que nunca será vencido por el mal, ese mismo mal que es eterno y que nunca será vencido por el bien, cada vez que asistimos a ese amanecer mueren niños y ancianos, corre la sangre. No sólo los hombres, también Dios es impotente para reducir el mal sobre la Tierra.



Se oye un grito en Ramá, lamentos y un amargo llanto. Es Raquel que llora por sus hijos y no quiere ser consolada; ¡sus hijos ya no existen!” (Jeremias 31, 15) Y a ella, que ha perdido a sus hijos, poco le importa lo que los sabios consideren qué es el bien y qué el mal.

Pero ¿acaso la vida es el mal?

Yo vi la fuerza inquebrantable de la idea del bien social que nació en mi país. Vi esa fuerza en el periodo de la colectivización total, la vi en 1937. Vi cómo se aniquilaba a las personas en nombre de un ideal tan hermoso y humano como el ideal del cristianismo. Vi pueblos enteros muriéndose de hambre, vi niños campesinos pereciendo en la nieve siberiana. Vi trenes con destino a Siberia que transportaban a cientos y miles de hombres y mujeres de Moscú, Leningrado, de todas las ciudades de Rusia, acusados de ser enemigos de la grande luminosa idea del bien social.

Esa idea grande y hermosa mataba sin piedad a unos, destrozaba la vida de otros, separaba a los maridos de sus mujeres, a los hijos de sus padres.

Ahora el gran horror del fascismo alemán se ha levantado sobre el mundo. El aire está lleno de los gritos y los gemidos de los torturados. El cielo se ha vuelto negro, el sol se ha apagado en el humo de los hornos crematorios.

Pero estos crímenes sin precedentes, nunca antes vistos en la Tierra ni en el universo, fueron cometidos en nombre del bien.

Hace tiempo, cuando vivía en los bosques del norte, pensé que el bien no se hallaba en el hombre, ni tampoco en el mundo rapaz de los animales y los insectos, sino en el reino silencioso de los árboles. No era cierto. Vi el movimiento del bosque, la lucha contra que entablan los árboles contra las hierbas y matorrales por la conquista de la tierra. Miles de millones de semillas vuelan a través del aire y comienzan a germinar, destruyendo a la hierba y los arbustos. Millones de brotes de hierba nueva entran en liza unos contra otros. Y sólo los supervivientes constituyen una alianza de iguales para formar la única fronda del joven bosque fotófilo. Abetos y hayas vegetan en un presidio crepuscular, encerrados en la fronda del bosque. Pero para los vencedores también llega el momento de la decrepitud, y vigorosos abetos yerguen hacia la luz, matando los alisos y los abedules.

Así es la vida del bosque, una lucha constante de todos contra todos. Sólo los ciegos pueden imaginar el reino de los árboles y la hierba como el mundo del bien.

¿Acaso la vida es el mal?

El bien no está en la naturaleza, tampoco en los sermones de los maestros religiosos ni de los profetas, no está en las doctrinas de los grandes sociólogos y líderes populares, no está en la ética de los filósofos. Son las personas corrientes las que llevan en sus corazones el amor por todo cuanto vive; aman y cuidan de la vida de modo natural y espontáneo. Al final de día prefieren el calor del hogar a encender hogueras en las plazas.

Así, además de ese bien grande y amenazador, existe también la bondad cotidiana de los hombres. Es la bondad de un viejecita que lleva un mendrugo de pan a un prisionero, la bondad del soldado que da de beber de su cantimplora al enemigo herido, la bondad de los jóvenes que se apiadan de los ancianos, la bondad del campesino que oculta en el pajar a un viejo judío. Es la bondad del guardia de una prisión que, poniendo en peligro su propria libertad, entrega las cartas de prisioneros y reclusos, con cuyas ideas no congenia, a sus madres y mujeres.

Es la bondad particular de un individuo hacia otro, es una bondad sin testigos, pequeña, sin ideología. Podríamos denominarla bondad sin sentido. La bondad de los hombres al margen del bien religioso y social.

Pero si nos detenemos a pensarlo, nos damos cuenta de que esa bondad sin sentido, particular, casual, es eterna. Se extiende a todo lo vivo, uncluso a un ratón o a una rama quebrada que el transeúnte, parándose un instante, endereza para que cicatrice y se cure rápido.

En esos tiempos teribles en que la locura reina en nombre de la gloria de los Estados, las naciones y el bien universal, en esta época en que los hombres ya no parecen hombres y sólo se agutan como las ramas en los árboles, como piedras que arrastran a otras piedras en una avalancha que llena los barrancos y las fosas, en esta época de horror y demencia, la bondad sin sentido, compasiva, esparcida en la vida como una partícula de radio, no ha desaparecido.

Unos alemanes llegaron a un pueblo para vengar el asesinato de dos soldados. Por la noche reunieron a las mujeres del lugar y les ordenaran cavar una fosa en el lindero del bosque. Varios soldados se instalaron en la casa de una anciana. Su marido había sido conducido por un politsai a la comisaría donde ya habían detenido a veinte campesinos. La anciana no pudo conciliar el sueño durante toda la noche. Los alemanes encontraron en el sótano un cesto de huevos y un tarro de miel, encendieron ellos mismos el fogón, se hicieron una tortilla y bebieron vodka. Luego, el mayor de todos se puso a tocar la armónica y los otros, golpeando con los pies, entonaron una canción. A la proprietaria de la casa ni siquiera la miraban, con si fuera un gato. Cuando hubo amanecido, empezaron a comprobar su subfusiles, y el mayor de los soldados, apretando por equivocación el gatillo, se disparo en el estómago. Todos se pusieron a gritar, se armó un gran revuelo. Vendaron de cualquier modo al herido y lo colocaron en la cama. En aquel momento llamaron a los soldados desde fuera. Con gestos ordenaron a la mujer que cuidara del herido. La mujer pensó lo fácil que le resultaría estrangularlo: el hombre musitaba palabras incomprensibles, cerraba los ojos, lloraba, chasqueaba los labios. De repente el alemán abrió los ojos y dijo con voz clara: “Madre, agua”.

-Ay, maldito seas- dijo la mujer-. Lo que tendría que hacer es estrangularte.

Y le dio agua. Él le sujetó la mano y le dio entender que quería sentarse, que la sangre no le dejaba respirar. La mujer lo levantó, mientras él se sostenía con los brazos alrededor de su cuello. De pronto oyó un tiroteo fuera y la mujer se estremeció.

Después explico a la gente lo que había pasado, pero nadie la comprendió; ni ella misma sabía explicárselo.

Esa especie de bondad es condenada por su sinsentido en la fábula del ermitaño que calentó a una serpiente en su pecho. Es la bondad que tiene piedad de una tarántula que ha mordido a un niño. ¡Bondad ciega, insensata, perjudicial!

A la gente le gusta buscar en las historias y fábulas ejemplos del peligro de esta bondad sin sentido. ¡No hay que tener miedo! Temerla es lo mismo que temer un pez de agua dulce que por casualidad ha caído del río hacía el oceano salado.

El daño que esa bondad sin sentido a vezes puede ocasionar a la sociedad, a la clase, a la raza, al Estado, palidece ante la luz que irradian los hombres que están dotados de ella.

Esa bondad, esa absurda bondad, es lo más humano que hay en el hombre, lo que le define, el logro más alto que puede alcanzar la alma. La vida no es el mal, nos dice.

Es bondad es muda y sin sentido. Es instintiva, ciega. Cuando la cristiandad le dio forma en el seno de las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, comenzó a oscurecerse; su semilla se convirtió en cáscara. Es fuerte mientras es muda, inconsciente y sin sentido, mientras vive en la oscuridad vida del corazón humano, mientras no se convierte en instrumento y mercancía en manos de predicadores, mientras que su oro bruto no se acuña en monedas de santidad. Es sencilla como la vida. Incluso las enseñanzas de Jesús la privaron de su fuerza; su fuerza está en el silencio del corazón humano.

Pero, perdida la fen en el bien, comencé a dudar tambien de la bondad. Me da pena su impotencia. ¿Para qué sirve entonces? No es contagiosa.

Me pareció que era tan bella e impotente como el rocío.

¿Cómo se puede transformar su fuerza en ehcarla a perder, sin sofocarla como hiza la Iglesia? ¡La bondad es fuerte mientras es impotente! Si el hombre trata de transformarla en fuerza, lanquideve, se desvanece, se pierde, desaparece.



Ahora veo la auténtica fuerza del mal. Los cielos están vacíos. El gombre está solo en la Tierra. ¿Cómo sofocar, pues, el mal? ¿Con gotas de rocío vivo, con bondad humana? No, esa llama no puede apagarse ni con el agua de todos los mares y las nubes, no puede apagarse con un pobre puñado de rocío recogido desde los tiempos evangélicos hasta nuestro presente de hierro...

Así, habiendo perdido la esperanza de encontrar el bien en Dios, en la naturaleza, comencñe a perder la fe en la bondad.

Pero cuanto mas se abren ante de mí las tinieblas del fascismo, más claro veo que lo humano es indestructible y que continúa viviendo en el hombre, incluso al borde de la fosa sangrienta, incluso en la puerta de las cámaras de gas.



Yo he templado mi fe en el infierno. Mi fe ha emergido de las llamas de los hornos crematorios, ha traspasado el hormigón de las cámaras de gas. He visto que no es el hombre quien es impotente en su lucha contra el hombre. En la impotencia de la bondad, en lo bondad sin sentido, está el secreto de su inmortalidad. Nunca podrá ser vencida. Cuanto más estúpida, más absurda, más impotente pueda parecer, más grande es. ¡El mal es impotente ante ella! Los profetas, los maestros religiosos, los reformadores, los líderes, los guías son impotentes ante ella. El amor ciego y mudo es el sentido del hombre.

La historia del hombre no es la batalla del bien que intenta superar al mal. La historia del hombre es la batalla del gran mal que trata de aplastar la semilla de la humanidad. Pero ni siquiera ahora lo humano ha sido aniquilado en el hombre, entonces el mal nunca vencerá.



Fontes: texto, texto 2 e fotos.

14 de fevereiro de 2008

Manifesto contra yankees.



Eles não são norte americanos, pois seus vizinhos acima dos Grandes Lagos e abaixo do Rio Grande também são norte americanos. Eles tampouco são americanos, pois sob o nome de Vespúcio todos podemos nos identificar, do Alaska à Terra do Fogo. Assim, não resta outro gentilíco para estes que yankees. Não digo eu aqui, foi um professor que assim expôs e me convenceu. Agora, sem lengas, este artigo, com um corte incisivo sobre o modo de eleger o homem mais importante do planeta, traz uma visão no mínimo crítica do circo eleitoral yankee. Como se não bastasse seus produtos enlatados em Hollywood e Vale do Silício que nos vomitam ano após ano, através de um calendário bem elaborado em termos comerciais, temos que, pelo método pato-para-fois-gras, receber mais este aporte cultural em nossas terras. Uma mídia que deliberadamente escolheu um lado no conflito Israel-Palestina e toda a pauta decorrente desta escolha não tem muita credibilidade para dissecar este tema. Os arautos da Roma de nossos dias estão comprometidos até a alma com o capital e não podem, através desta ótica comprometida, seguir como portadores de uma alegada verdade. A mentira está em tudo!
A síntese do texto que trago seria esta (tentamos ler algo fora da newspeak?):

"Todos ellos creen que EE. UU. no está sujeto a las normas del comportamiento humano, porque es un `modelo de caridad cristiana´, sin tener en cuenta que la mayor parte de la humanidad lo ve como una bestia monumental que, desde 1945, ha derrocado 50 gobiernos, muchos de ellos democráticos, y ha bombardeado 30 naciones, destruyendo millones de vidas."

50 governos, tolhinhos, inclusive o nosso (aqui) a besta monumental destruiu. Então, se me permitem tangenciar um pouco, todo este discurso que voltamos à democracia há pouco mais de 20 anos é devido ao bom moço que temos no norte. Uma irresponsabilidade digna de nações européias do séculos XVII e XVIII, sendo que estes ainda não haviam bebido da pura água do liberalismo clássico: não tinham as luzes. Mas eis que, a nação mais "iluminada" do planeta insiste em ser uma embaixadora de Hades; em ser escura em seus atos mais dependentes de responsabilidade.

Retornando, que termine esta dança macabra e, se esta persistir, que funcione como catalizadora para uma urgente emigração do pólo imperial no mundo, ou para uma Europa que demonstra mais capaz, ou para difusos países além do bloco europeu, ou, até mesmo, para um novo país que se regenere e crie novos valores que tem os cidadãos conhecidos como americanos e finque um novo marco na linha da história com um desejado e tardio novo humanismo.

7 de dezembro de 2007

Relax.

Depois da ganância, um pouco de boa música, de preferência com a pessoa certa. "Senum" for possível pode-se utilizar a música para imaginar estar ao lado desta. Crazy Rockers - The Third Man.


6 de dezembro de 2007

Ganância.


De todos erros que um homem pode cometer, o ter sem limites é o maior. Ele deixa de ser um que busca seu sustento e passa a ser aquele que desde seu cotidiano alija o futuro alheio. A ganância imunda aquilo que pode ser chamado de humanidade em alguém. Corta na raiz a capacidade de dizer não para um extra que pouco vai acrescentar. Não venha o liberalismo defender tal posição, pois desde este ponto adiante é que o sofrimento nasce. Muito menos se pode dizer que não estão ligados uns com outros. Mesmo uns estando aqui e outros ali. Ou seja, um é responsável por todos, todos são responsáveis por um.

Nossa capacidade de escolha deve ser executada de forma mais responsável possível. Atitude de homem para outro homem. Não um gotejamento de falsa bondade sem fim. Algo que já não engana nem cego em multidão. Mentira que endurece travesseiro. Bufão com pose de fidalgo. Sociedade corroída pela pose. Falsos líderes dignos de eternidade em masmorra. Dunas de tortura para quem causa outra coisa se não agonia. A fome que há séculos infiltra os espíritos de minha terra é menos da natureza que do homem que a habita. Uma aristocracia política fétida e egoísta. Capaz de acumular bocado sobre bocado a custa daqueles que não têm migalhas para hoje. Jovens que sob a sombra de seus pais comportam-se como estúpidos em cortes que já não existem. Agem como néscios pensando-se soberanos. Soberanos de fossas, isso que são. Pois de sua riqueza é gerada a fatiga na alma de tantos outros. Riqueza infinita regalada para tantos, usufruto derradeiro de poucos.

A usura daquilo que não lhes pertence afeta a existência de outrem. Com absoluto juízo de discernimento tomam a direção mais ambiciosa, mais comodista. Um segundo não lhes cabe para refletir as conseqüências de tão entorpecidas decisões. Caibam as roupas que lhes queiram, vistam-se do ouro que podam comprar, mas as moscas vão lhes buscar as feridas tão pronto estas estejam abertas. Infiltrar sua epiderme como a miséria inundou os anos de existência de suas vítimas. Cearam a cidade, o estado e o país. Desnudaram a nação. Desviaram a virtude dos virtuosos. Ceifaram o porvir de sepultados sem batismo: anjos-santos. Ducados a mais por vidas a menos. Repugnância. Celebrações feitas sobre sangue esgotado, murcho. Bonança sobre ossos-gravetos.

Segue o seco, a corrupção e a ganância. Fodam-se. Não merecem estátuas, não merecem nomes em ruas, avenidas, rodovias e viadutos. Não merecem nomes em prédios. Puros assassinos. Puras legiões antagônicas do ser. Demônios bem vestidos. Gárgulas com mantos de santidade e sapiência. Esconjuros! Que o suplício que causam a cada dia multiplique-se para os seus. À cochinchina com o perdão para aqueles que não o ofereceram.

Oxalá! Quando as estrelas caírem do céu tanto eles como sua descendência sejam malditos, pois deles sofreram muitos. Perecem a cada dia.

31 de outubro de 2007

Breve comentário sobre o papel da URSS na 2ª Guerra.




Encontrei este texto no site do LMD: "O papel “esquecido” da União Soviética" e ia deixar um comentário, mas o dito cujo está com defeito e não teve como. Para não perder o trabalho trouxe o comentário para cá. Para entender, é aconselhável ler o texto do link acima. Taí o malfadado comentário:

Não sei se por conta da tradução ou por precipitações da autora, o texto está truncado, com citações desnecessárias e, por outra lado, fazendo referências sem fonte ou citação. O título do texto é chamativo, mas sua leitura sofrível.

Deixando de lado tal problema, dois pontos: URSS e III Reich foram as duas instituições mais assassinas da história. Herr Hitler e camarada Stalin não pensavam nem nos seus quando o assunto era sangue. Por exemplo, o 6ª Exército de Paulus referido pela autora poderia ter continuado a existir caso Hitler tivesse autorizado as solicitações de retiradas feitas por Paulus após este ter visto seus flancos sumirem com a pinça soviética que lhe isolou em Stalingrado. Do lado da URSS, enquanto as nações ocidentais pesavam cada baixa, os túmulos dos caídos do Exército Vermelho eram valas comuns. Quando identificados, dos tenentes para cima, os nomes eram escritos de uma forma que na primeira chuva se apagavam.

O segundo ponto: realmente, independente de ideologia, o Exército Vermelho não tem o reconhecimento merecido de seu quinhão na vitória aliada na visão de muitos. O texto da autora enfrenta isto e mostra o desbalance de divisões em cada fronte. Mas a culpa deste desbalance não é outra senão o temor da Alemanha em ser invadida pelos soviéticos, pois estes arrasavam terra e gente quando se convertiam em invasores. Mas isto tiveram culpa os nazistas, pois eles, ao iniciarem suas incursões ao leste, não foram muito humanos com os civis e não faziam prisioneiros dos soldados derrotados. Era o Diabo temendo o Cramunhão e vice-versa.

Mesmo assim, o Ocidente deveria reconhecer o valor do soldado vermelho e de seu povo, por ter sofrido tanto na mão de Hitler como de Stalin. O que nos dá a obrigação de saber mais daquilo que passou no fronte oriental.

10 de outubro de 2007

Ednardo. Terral. Praia.

Hmmm... a qualidade é de meia tigela, mas cantor-música-paisagem deste vídeos são parada dura de enfrentar. Queria que tivesse um vídeo da música "Dono dos teus olhos" pra ficar pitéu.


23 de setembro de 2007

Borat - Ali G

Yo! Watch that! Este é o mesmo ator do Borat, sendo num papel de entrevistador meio bobo, meio metido. Com um detalhe: os entrevistados não sabem! E neste caso os entrevistados são jogadores da NBA. Brincar com a cara do Barkley e do O´Neal precisa ter coragem! Inglês difícil de entender, mas muito engraçado.

Difícil decolagem.

Em um país repleto de limitações institucionais, recheado com uma sociedade das mais desiguais que existe sobre a face do globo terrestre,...